INSOMNIO
Y cerró los ojos en aquella prisión de su cuerpo
y de su mente. El grito obsceno de su angustia la rajó de parte a parte y se
encogió en sus sueños más despiertos. El terrible ser de su conciencia no le
dejaba dormir. Nunca le dejaba descansar de sus horribles pensamientos. El arte
del insomnio estaba en cada esquina de su cama, agazapado, esperando
abalanzarse sobre su desprevenida víctima.
Esa noche no sería diferente. No. Nunca lo era,
pero la esperanza de lo onírico, como una realidad auténtica, nunca la
abandonaba. Cerró los ojos con fuerza y esperó. Y esperó como siempre en la
oscuridad, a ver si esa noche llegaba, por fin, el olvido como un amante
silencioso.
MI MUSA
Y no hallaba a mi musa por mucho
que buscara en aquella página terriblemente vacía de palabras o en aquella
mente perturbada y dadaísta. El viento golpeaba los cristales como un fiel
reflejo de mi estado de ánimo. Un montón de palomas inertes yacían
desperdigadas, como meros juguetes rotos, en el suelo de mi habitación. ¿Me
habría abandonado para siempre? ¿Alguna vez había estado realmente abrazando mi
pluma? ¿Habían sido imaginaciones de mi mente torturada y enferma? El desánimo
me pudo. Una lágrima invisible asomó a mis ojos desesperada. Nada tenía sentido
sin ella, nada. Seguramente todo había sido solo un sueño, un imaginario mío,
un deseo pululante de sanatorio.
El papel me miraba con ojos de
monstruo insensible. Sentí de pronto un aguijonazo, como un empujón confuso y tímido.
Mi mano cogió casi sin darse cuenta la pluma y como una brisa suave las
palabras como gotas de inspiración se gestaron, brotaron sobre el papel y me
inundaron de esa sensación indescriptible que solo, únicamente, podía venir del
beso inesperado de mi musa.
EL MISTERIO DE LA MUERTE
Se preguntaba dónde sería, en qué
momento tendría lugar. Era una idea que le angustiaba, que le perseguía todos
los días a todas horas. Nunca se hubiera imaginado que sería ese día, en ese
momento exacto, de esa forma. Nunca. ¿Un accidente? ¿Dolor? ¿En mitad de un
sueño? ¿Plácidamente? ¿Tras una terrible enfermedad? ¿Angustioso? Tantas veces
se lo había preguntado que lo único que jamás imaginó fue que un buen día él
decidiría apretar el gatillo. ¡Qué ironía!
CRUJIDOS
Era de noche, una noche sin luna, oscura como el estómago de esos enormes monstruos que solían pasearse bajo las sombras de nuestros más oscuros temores. ¿Y qué hacía yo allí? ¿Cómo había llegado a esta situación tan dantesca? Ni yo mismo lo sabía. Lo único cierto es que un buen día sus terribles gemidos me habían despertado en la seguridad de mi cama, en aquella habitación tan familiar, y que fue tal el terror que me invadió que jamás volví a pisar aquella casa.
Ahora vagaba sin rumbo fijo entre los árboles altos que como terribles gigantes me amenazaban y me enloquecían haciendo que mi corazón palpitara y se me saliera del pecho. En breve aquel ser me localizaría y se abalanzaría sobre mí sin darme ni la más mínima posibilidad de supervivencia. Estaba condenado. Lo sabía, pero no por ello pensaba rendirme y abandonar la vida como si fuera basura. Quería vivir, pese al terror que me atenazaba, quería vivir.
Unos crujidos detuvieron mis pasos. Las sombras cobraron forma y mi imaginación voló transformando toda mi realidad en manos temblorosas y sudor frío. ¿Qué se ocultaba allí? ¿Sería aquello que me perseguía sin tregua? El viento como una lija fría arañaba las hojas de los cipreses y se colaba en mis entrañas apuñalándolas en angustia y terror. Estaba allí, seguro, agazapado, esperando la oportunidad de lanzarse sobre mí y devorarme. Quise girarme y salir corriendo, pero mis piernas no se movían. Estaba perdido. Los ojos se me salieron de las órbitas y algo caliente se deslizó por mis piernas.
Al día siguiente, unos paseantes encontraron al joven. Estaba en una posición extraña, como si algo lo hubiera retorcido de una forma imposible. Sus ojos miraban al cielo, llenos de un terror indescriptible. Sus manos habían arañado la tierra desesperadamente, provocándose horribles heridas, como intentando esconderse de algo o de alguien sin éxito. Ante la imposibilidad de una explicación lógica, se optó por lo que dictaba la razón: "Un ataque al corazón. ¡Qué desgracia!" determinó el forense días después.
Me gusta lo que nos enseñas ♡ Tienes nueva seguidora!Muackk
ResponderEliminarMuchas gracias, Sonia. Me alegro de que guste.
ResponderEliminarUn abrazo,
Virginia Alba
Qué Sensibilidad, Virginia! Genial la forma de sintetizar lo que todos hemos sentido alguna vez cuando nos abandona la inspiración y sin saber cómo empezamos a escribir.Me ha gustado! Un abrazo 😊
ResponderEliminarMuchas gracias, Lídia, por tus palabras. Me animan mucho.
ResponderEliminarUn abrazo,
Virginia Alba
Comencé a seguirte el Twitter por curiosidad, ahora lo hago por aquí también porque me gusta mucho lo que escribes y la forma en que lo haces.
ResponderEliminarMuchas gracias, eso me anima mucho a seguir escribiendo.
ResponderEliminarUn abrazo,
Virginia Alba
Muy buenos,Virginia.
ResponderEliminarMuchas gracias, Miguel. Es gratificante que os gusten.
ResponderEliminarUn abrazo,
Virginia Alba
Como te dije; aquí estoy para conocer tu blog. He empezado por los microrrelatos: muy, muy buenos. Se puede decir tanto con tan pocas palabras, ¿verdad?... Me encantan... Te he empezado a seguir!! Te recuerdo que yo también escribo...!! Tengo varios microrrelatos en mi Blog (en el apartado 'mis escritos')!! Me gustaría saber tu opinión, también (y de cualquier lector y/o escritor!!), y puedes seguirme por mail (si te gusta): es el modo en que tengo configurado mi Blog. Y dejar comentarios!! Buen domingo!!
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte. Me pasaré por tu Blog! 😊 😉
Eliminar