martes, 14 de abril de 2020

MI MUSA

MI MUSA


Y no hallaba a mi musa por mucho que buscara en aquella página terriblemente vacía de palabras o en aquella mente perturbada y dadaísta. El viento golpeaba los cristales como un fiel reflejo de mi estado de ánimo. Un montón de palomas inertes yacían desperdigadas, como meros juguetes rotos, en el suelo de mi habitación. ¿Me habría abandonado para siempre? ¿Alguna vez había estado realmente abrazando mi pluma? ¿Habían sido imaginaciones de mi mente torturada y enferma? El desánimo me pudo. Una lágrima invisible asomó a mis ojos desesperada. Nada tenía sentido sin ella, nada. Seguramente todo había sido solo un sueño, un imaginario mío, un deseo pululante de sanatorio.

El papel me miraba con ojos de monstruo insensible. Sentí de pronto un aguijonazo, como un empujón confuso y tímido. Mi mano cogió casi sin darse cuenta la pluma y como una brisa suave las palabras como gotas de inspiración se gestaron, brotaron sobre el papel y me inundaron de esa sensación indescriptible que solo, únicamente, podía venir del beso inesperado de mi musa.

©Virginia Alba Pagán, 2017



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